Jose Luis Alonso Ponga, comisario de la exposición ‘Máscaras en Acción: Los Carochos’

‘Cuando pierdes o no mantienes un rito, te colocan otro’

El director de la cátedra de Estudios sobre la Tradición de la Universidad de Valladolid, José Luis Alonso Ponga es autor de numerosos estudios relacionados con el patrimonio inmaterial y arquitectura popular; asimismo, colabora en obras colectivas relacionadas con la antropología social y es autor de artículos en revistas especializadas sobre cultura popular, fiestas y religiosidad, entre otras áreas. El comisario de la exposición es uno de los grandes expertos de la Semana Santa, especialmente, de Bercianos de Aliste. En la entrevista repasa temas candentes de la etnografía local y global.                                                                

¿Los pueblos pueden vivir sin fiestas?

No. Las fiestas son los momentos más importantes en la vida de los pueblos ya que se genera y recupera identidad. Teniendo en cuenta que ha habido una readaptación del sentido de la fiesta a la sociedad actual, las celebraciones son el marco perfecto para que toda la gente, incluso los que solo participan un día, se sientan cada vez más unidos al pueblo.

¿Tiene la sensación de que a Castilla y León se la considera una región anticuada porque en sus pueblos existen muchos ritos tradicionales?

Yo suelo recurrir a una idea frente a la posición de los antropólogos culturales y folcloristas. Castilla, precisamente porque ha estado siempre controlada y dominada culturalmente por una intelectualidad que bebía en el modelo de la cultura oficial de Madrid, cosa que no ha sucedido con ninguna otra de las Comunidades Autónomas,  no diré que ha despreciado, pero sí que se ha inhibido y solo ocasionalmente, incluso ahora, solo ahora y coyunturalmente,  vuelve a recuperar otra vez estos temas. ¿Por qué razón? Pues porque Castilla y León no tiene conciencia de su territorialidad ni de la riqueza ritual ni de nada… Considero que esto es así porque ha perdido buena parte de los ritos. Técnicamente, no es que los haya perdido, están deslavazados y de vez en cuando alguna institución o grupo de amigos recuperan alguno… Aquí es donde está el fallo. Yo pienso que efectivamente esa sensación existe. Es más, nosotros no nos creemos el valor profundo de nuestras raíces, pero no nos lo hemos creído nunca y como no lo sentimos pues ni lo exhibimos ni nos mostramos orgullosos por ello. Lo que ocurre desde otros lugares, que sí potencian sus tradiciones, es que no solo nos están  comiendo la partida sino que cuando nosotros tardíamente ponemos en valor lo nuestro, ellos replican: nos lo habéis copiado. No tienen razón pero es así.

¿Qué hacen las instituciones?

Las instituciones, aunque justo es reconocer excepciones, generalmente lo que hacen es plegarse cuando hay mucha gente que protesta o que les ponen los puntos sobre las íes,  de lo contrario, ellas no se molestan lo más mínimo por estos temas. Repito, hay  excepciones, y ha habido departamentos de la Junta y alguna diputación que se han tomado el trabajo en serio y han sentado las bases para construir un futuro más prometedor.

Y ¿qué sucede cuando un pueblo deja morir una tradición?

Cuando un pueblo deja morir una tradición siente un vacío tan tremendo que aquellos que la vivieron se tienen que consolar con recuerdos del tipo: en mi pueblo había, en mi pueblo teníamos… A un pueblo que deja morir una tradición se le viene encima una especie de vértigo por falta de identidad, por abandonar una riqueza identitaria porque, al final, el hombre es fundamentalmente ritual y el rito donde más se pone de manifiesto es en la fiesta, sea religiosa, profana o las dos cosas al mismo tiempo. Pero, ojo, cuando tú pierdes o no mantienes un rito, te colocan otro, se produce una sustitución. Eso se constata a lo largo de la historia.

¿Cómo interpretar lo que sucede cuando en la localidad de un país, alejado 3000 o 4000 kilómetros de otro, celebran una fiesta que, en esencia, tiene unas características muy similares sin haber habido comunicación aparente entre esas comunidades?

Tenemos dos maneras de explicarlo o ninguna, vamos a ver… Existen dos teorías. En la primera se encuentran aquellos que de una forma un tanto amplia echan mano de las teorías  difusionistas que hablan de que cuando un rito, una manifestación se encuentra en lugares alejados entre sí y queremos buscar  la zona de origen debemos estar atentos a la mayor concentración de los elementos que caracterizan tal manifestación cultural. En la medida que esos mismos elementos aparezcan de manera más esporádica o con menor pureza podríamos hablar de zonas de influencia del centro. El otro planteamiento, que a mí me convence más, dice que las coincidencias en mitos, ritos, tradiciones etc., no tienen por qué deberse a conexiones o préstamos culturales. Estaríamos hablando de una especie  de determinismo según el cual, el hombre, que es esencialmente igual en cualquier latitud del globo,  en contextos ecológicos parecidos, intenta solucionar y dominar el medio ambiente con los mismos métodos, lo que da origen a los mismos mitos, manifestaciones religiosas, etc. etc.  La cuestión de momento no tiene solución y nos movemos en el mundo de las suposiciones. Solo podemos hablar de influencias y concomitancias si somos capaces de demostrarlo.

¿Puede hablarse de coincidencias rituales en las sociedades agro-ganaderas incluso sin conocerse entre ellas?

Claro. Desde el punto de vista ritual, el hombre es más o menos igual en todas partes y se relaciona con fenómenos supramateriales buscando un entendimiento con las fuerzas y espíritus que cree superiores.  Ante lo trascendente el hombre necesariamente está obligado a dominar  y controlar el ecosistema en el que vive y desarrolla su vida ya sea agrícola, ganadero, cazador, etc. y para ello establece unos rituales que los utiliza para controlarlo. ¿Son rituales parecidos en un lugar y otro? Lógicamente. Un ejemplo conocido, el pastor del neolítico que se encuentra con las alimañas que le comen el ganado tiene que defenderse de ellas. Si no puede hacerlo por medios humanos recurre a los sobrenaturales. Piensa, debo negociar con mi enemigo, tengo que negociar con él. El cómo (enmascarándose con su figura, rindiéndole culto, etc. etc.), en qué contextos y en qué lugares lo acabará dictando la cultura nacida del contexto en el que se encuentre. Estas son las bases de las grandes religiones que después evolucionan y se diversifican, pero en origen son muy similares.

La simbología de las mascaradas y sus numerosos recursos sociales de crítica, además de su colorido y fiesta colectiva son evidentes, pero ¿cómo les pueden afectar asuntos como la despoblación?

La despoblación afecta a esto y a todo, en general. Pero me gustaría insistir en la importancia de la fiesta.  Si nosotros no tenemos recambio generacional y ni siquiera tenemos recambio de los hijos y de los nietos del pueblo que se sienten, digamos, unidos por tradición, entonces, habrá que buscar gente que sienta esos ritos, que intente entenderlos y los mantenga. De lo contrario, no vamos a solucionar este gran problema. El día que desaparezca la mascarada como fiesta importante, necesaria e imprescindible de un pueblo, ese día es como cuando desaparecen las campanas, en ese momento, el pueblo ha desaparecido porque será un pueblo sin espíritu. Si nosotros no somos capaces de un recambio, tendríamos que buscar agentes de fuera.

¿Buscar pobladores, o mejor, repobladores?

Serían repobladores festivos que vienen a hacer el rito. Esto ha pasado muchas veces en la historia en los grandes puntos de culto, en los lugares donde se han generado las grandes trascendencias, donde ha ido gente a revitalizar alguna celebración festiva. Sí, ha sucedido en momentos liminales. A mí no me importaría que estos ritos se mantuvieran aquí porque una vez perdido el sentido que tuvieron cuando la sociedad rural estaba estructurada de la manera que los vio nacer, desarrollarse, (lo que no debería perderse) es el concepto de pertenencia a esa comunidad, una pertenencia que  ya no se basa tanto  en  la descendencia  (que hay que mantener a toda costa)  sino por una adhesión afectiva de gente que es consciente de los valores que encierran estas tradiciones.

¿Qué otros enemigos amenazan su pervivencia?

¿Además de la despoblación? No hay que echar en saco roto el abandono por parte de las instituciones y me preocupa también otro problema: disponemos de buenos y grandes catálogos de mascaradas, pero  no abundan  los estudios profundos sobre esas manifestaciones ancestrales. Quiero decir que si no conocemos las múltiples facetas y los grandes valores  que encierran,  no seremos capaces de  recuperar el espíritu o los espíritus y las esencias que había en cada uno de esos lugares, típicos e individualizados, y al final estaremos contribuyendo a despojar a cada una de las fiestas de sus peculiaridades. Si no conocemos y valoramos la diferencia esencial y radical acabaremos en una uniformidad apenas distinguible por elementos secundarios de la mascarada.  En mi opinión, si no conservamos ese rito propio, al final, perdemos el sentido de la mascarada y se convierte simplemente en una especie de performance, en una representación teatral que ha perdido todo el sentido original. Por eso cada vez más, las administraciones –porque es lo más fácil y lo más barato, lo que da mayor rentabilidad mediática- son partidarias de llevar de acá para allá a este tipo de espectáculos que, al menos como se han montado algunas veces, carecen totalmente de identidad y de profundidad ritual, pasando de ser un patrimonio cultural inmaterial a convertirse en una simple caricatura.

No sé si refiere exactamente a las exhibiciones de enmascarados que se realizan en ciudades de España y Portugal. ¿Qué piensa de esas concentraciones de mascaradas?

Las exhibiciones de mascaradas tienen como positivo que  están poniendo en el mapa esos fenómenos festivos. Ahora bien, creo que ni siquiera desde el punto de vista turístico creo que sean interesantes, porque, ¿realmente qué ofrecen? A mi modo de ver este planteamiento parte de un error ya que  recuperan y presentan esa tradición desde una perspectiva teatral, no ritual, ni esencial. Esa forma de exhibición  sirve para muy poco, ya que ni atrae visitantes el día de la celebración de la mascarada en invierno,  no repuebla ni fija población y ni siquiera consolida la memoria local que es la base de la pretendida repoblación. Esa actividad es otro modelo de cultura que tiene un valor desde lo que podríamos llamar la cultura hegemónica pero no desde la perspectiva de la cultura popular tradicional que está incardinada en un modelo social y cultural. Yo no he visto que  estas exhibiciones  guarden  relación ni expliquen las razones de su nacimiento y pervivencia, no se habla de ni de los grupos de edad ni de parentescos, ni de relaciones de poder e influencia locales, ni de fenómenos religiosos que están en la base de estas celebraciones.

La exposición MÁSCARAS EN ACCIÓN: LOS CAROCHOS llega ahora a Riofrío, el pueblo que creó el rito y que lo ha mantenido a lo largo del tiempo, después de pasar por Valladolid y Alcañices.  ¿Cómo espera que reciban los vecinos del pueblo este acontecimiento tan especial?

Me gustaría que ocurrieran dos cosas. Una, que como todos nosotros exclamamos cuando vemos que un fenómeno cultural nuestro triunfa fuera de nuestras fronteras nacionales,  regionales o locales, los vecinos puedan decir ¡algo valdrá…!  Deseo que la exposición sirva para la recuperación de la autoestima y de los valores que, a veces, pensamos que eso no tiene. La segunda cosa que me gustaría que ocurriera es que los habitantes de Riofrío se vieran reflejados en este modelo de exposición porque hemos tratado de presentar a Los Carochos como una mascarada total y completa, como un producto cultural basado en la realidad, perdón por la expresión, quiero decir que no está creado desde arriba sino surgido del pueblo, desde abajo. Me sentiría satisfecho con que, efectivamente, la gente de Riofrío dijera: me reconozco en estos personajes, en esta idea, en esta fiesta, aunque echen en falta detalles…

Su planteamiento de la exposición no ha sido hacer una colección de todos los personajes de la obisparra ni reunir los objetos o instrumentos que conviven el día 1 de enero, fecha de la mascarada. ¿Cuál es su filosofía?

Siempre que trabajas pensando en hacer una exposición para mostrárselo a los demás, lo que buscas es proponer un resumen de aquello que vas a narrar. Se trata de relatar una historia que al otro le sirva para entender y comprender la profundidad de lo que se está contando. Propones un relato para que al protagonista, al pueblo en este caso, le sirva de reflexión y le evoque tantísimas cosas como ha vivido… pero, ojo, en mi opinión esas evocaciones no tienen por qué estar plasmadas en la exposición porque si no la exposición ¿para qué sirve? Dicho de otro modo, es recomendable sugerir siempre elementos claves para comprender el todo pero no ponernos allí de manifiesto porque si no haríamos tantas exposiciones, no solo  como vecinos hay en el pueblo, sino como mascaradas ha habido a lo largo de la historia porque cada uno ha vivido su  o sus mascaradas y cada uno contaría la suya y diría: aquí te falta, aquí te falta… No, yo hablo de elementos que nos ayuden a entender y comprender los ritos. Yo espero y deseo que la exposición sirva como debate, como reflexión entre los mayores y los jóvenes, entre los que vivieron, crearon y desarrollaron la mascarada hasta aquellos años de interrupción y quienes la recuperaron, una recuperación que, en la práctica, no fue una recuperación sino una pervivencia después de un lapsus de tiempo.

MÁSCARAS EN ACCIÓN: LOS CAROCHOS tiene vocación de proximidad, de que la vean todas las personas que la conocen, pero su intención es también llevarla por España y que salga al extranjero, ¿por qué?

Es fundamental. Desde mi punto de vista Los Carochos es la mascarada más completa que conozco en España y sin querer entrar en discusión con nuestros amigos y vecinos de Trás-Os-Montes, debería decir, mejor,  de Iberia. No, no estoy hablando del Patrimonio Cultural Inmaterial del que forma parte, por supuesto. Yo veo en esta exposición una de las manifestaciones de largo recorrido de ámbito internacional, de ahí la importancia que, a mi juicio, tiene que se muestre  en localidades italianas como Bari o  Putignano (Italia), y otros lugares del extranjero que son el centro de las mascaradas del Mediterráneo. Ese viaje por ciudades europeas significará, primero, que nos van a conocer y, segundo, que la exposición va a estar al nivel de las mejores muestras europeas. Sería importantísimo, desde un punto de vista cultural, académico e intelectual, dar a conocer la fiesta de Riofrío aunque nada más fuese para que pueda ponerse en relación con otras mascaradas y, a partir de ahí, realizar estudios profesionales.

Las diputaciones de Salamanca y Zamora, junto al distrito portugués de Bragança, vienen trabajando en los últimos años por declarar a las mascaradas de estas zonas Patrimonio de la Humanidad. ¿Es un objetivo cercano?

Cercano no, desde luego, porque como se sabe, la UNESCO está atascada con todo el tema de manifestaciones relacionadas con el Patrimonio Cultural Inmaterial. Hay que tener en cuenta que últimamente la UNESCO está concediendo este tipo de reconocimientos  a propuestas europeas casi a cuentagotas. Sin embargo  habrá que tener toda la documentación bien preparada y estudiada para presentarla en el momento que corresponda hacerlo. Quizás antes de formalizar la candidatura, convendría conocer muy bien cómo funcionan los mecanismos. Probablemente  cuando se presente a  la Junta de Castilla y León, primer paso y condición para seguir adelante,  exija que se tengan en cuenta otras manifestaciones de la Comunidad Autónoma. Digo probablemente, no soy quien para afirmar nada. Sin embargo, el planteamiento que se ha hecho en Zamora, Salamanca y Trás-os-Montes, parte con ventaja porque se trata de una región transfronteriza europea y esto se valora mucho en la UNESCO. Hasta que llegue el momento de la verdad lo que toca es trabajar con rigor, reunir la máxima documentación posible y cargarse de argumentos en la dirección fijada.

Desde hace más de dos décadas, dirige la Cátedra de Estudios sobre la Tradición de la Universidad de Valladolid. ¿Cuál es el estado de salud que en la actualidad tiene la tradición?

El estado de salud de la tradición yo creo que podemos calificarlo como bueno, bastante mejor de lo que yo pensaba hace 25 años cuando empezamos… ¿En qué sentido? En una doble vertiente: en primer lugar,  porque se han conservado, se han mantenido y se han fijado muchos elementos tradicionales. Y en segundo lugar, porque hemos clarificado el concepto de tradición, que es positivo, no como algo fósil sino como ha sido siempre la tradición, como algo que se recibe, que hacen evolucionar los que lo reciben y lo entregan a los demás. Se trata de algo cambiante, pero es que, en realidad, nada relacionado con el patrimonio es fijo, nada, ni siquiera la arquitectura. En este tiempo hemos conseguido marcar un hito, hemos conseguido el reconocimiento europeo de nuestra Cátedra de Estudios sobre la Tradición que no ha dejado de realizar curos, congresos y abrir caminos nuevos ya que llevamos estudiando el Patrimonio Inmaterial desde más allá de 25 años, antes de que se pusiera de moda… Entiendo, no obstante, que los estudios de la Semana Santa o las mismas mascaradas necesitan un empujón más en materia de investigaciones rigurosas. A mí me obsesiona la tradición vista desde una perspectiva global porque si no fuera así, entiendo que correríamos el riesgo de malinterpretarla.